sábado, 29 de marzo de 2008

LAS PIERNAS DE ALEJANDRA EN UNA POLLERA


Aquí comparto la versión al 29 de marzo del poema homónimo que da título a mi libro en preparación.

Al corazón de Alita Getino

Si te he sentido mía
apenas al conocerte y mirarte
y dar una ojeada a tus manos de amor
igual que dos frases de amor recién esculpidas.

Libre
de un sueño helado te eché a ver
y tan hecha de viento rioplatense te vi
–mía como la lluvia del verano enamorado
de la tierra que da uvas como abrazos–.

Tan Fa sostenido te vi
que tu visión se acuesta después de las nubes de esta última hora,
y sonando trompetas
de jazz
por el cielo indeleble que mancha a Dock Sud,
progresa y me cerca
tu Sol musical.

Me abarca también tu luz,
alojando sus ojos obscenos arriba de este día,
domingo de enero caluroso
domingo de neofiguración
si acaso este cielo fuese una paleta de Spilimbergo o Figari.
No lo sé,
pero este cielo me talla tu nombre en la sien
al desplomarse sobre mí con su lápiz-relámpago lluvioso
y no obstante con tu mirada feliz y pesarosa mirándome.

Ayer
acariciante
vos avanzabas de pie llegando por el hall de entrada hasta mí;
saliendo del octavo E,
fumabas en el ascensor.
Y hasta mis párpados llegabas.
Hasta mi aire y hasta tu puerta de edificio.
Girando la llave de la puerta de mole vidriada,
aparecías amaneciéndome.

Tus piernas en una pollera trajiste,
confiables tus hembras
como un apretón
de dos manos del corazón.

Pero esos pasos Alejandra,
esos trancos candentes de tu cintura,
esos ágiles repiqueteos tan tuyos,
ese caminar Alejandra…
atajos que dabas,
y si los dabas acercándote te acercabas.

Esos pasitos que muy satisfecho me ponían
como alas de cisne saltaron
de tu cadera a mi bien
esos pasitos que me hicieron recordarte al amanecer,
cuando solo,
vos venías Alejandra
vos estabas ahí Alejandra
a un paso
a un metro
a dos
a tres
vos nacías Alejandra
de una tierra poblada de sueños locos
o acaso de la orilla de una quimera ascendiente inscripta con mis iniciales E.N.,
cosa que agradezco.

Suave pensamiento afectado por tus piernas,
vos venías de corrido por la vida
digitalmente transportada en subte o en avión.
Y por Dock Sud tal vez haciendo remo
por el río que va al sur
vía aguas y efluentes de Quilmes.

Sea como fuese
flexible con la izquierda y afectuosa con la suerte peronista
vos venías concurrida y entrañable
con tu pasión disponible si una noche llegara a un acuerdo con tu perfume
o si tomáramos La Bastilla de alguna sábana realista como a un sabroso espumante rojo
y arrojados a la salida de emergencia de la soledad odiosa
besando al unísono la noche
su rostro en cruz indiferente
su atrás en todo su misterio acogedor
y si encontráramos nuestras lenguas,
la tuya, la mía,
y si tu boca me atrapara y nos enamorásemos Alejandra
¡ay si nos enamoramos!

En la calle Piedras al 1700, qué altura hermosa me pareció para que vivieras,
cuidada entre azulejos relucientes
y cucharitas de metal
y pantalones de tela
y jeans
y trastos
y libracos de pintura
y polleras
y tantos zapatos con taco te imaginé
que quise quedarme a vivir en tu cocina
cuando entraste y corrí detrás tuyo.

Oh, cuánta y qué ternura me diste sin saberlo
tus piernas que se cruzaron frente a mí tan firmes e insondables
tus piernas en el sillón me abrieron una Vía Láctea para que huela a amor mi barba
con esa voz
que es tu voz
y sólo tu voz de blancura de tus piernas
tu voz grave de un muslo sobre su par.

Y yo supe que te quería
porque me dieron ganas de quererte
cuando te vi llegando por el hall de entrada
de Piedras al 1700.

Era una noche feliz,
tenían una claridad urbana tus bellos ojos que miraban a los amigos
inesperada luz de fuego
bajo la nueva luna
que llegando a tu sonrisa
se pasaba hasta tus dientes que masticaban cosas ricas
como queso, salames y galletitas saladas
mientras inundabas mi voz de fresco blanco
y me hablabas riendo.

Hay una mujer tan hermosa y tan mía en esta aparición por el Docke.
Hay una mujer fumando rubios
descartando negros.
Hay cristales que quedan fuera de este ensueño.
Serán tus penas que se extinguen de la foto del General Perón,
las penas
afuera penas de la foto de Juan Domingo junto a Pino Solanas y a tu viejo,
todas las penas afuera de lo que pase entre nosotros
de las lámparas encendidas
afuera
¡lejos!
las penas
afuera de tu bonito departamento
donde Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre
esperaban morirse de amor
en la pantalla del televisor
encendido un sábado a la medianoche.
Qué cosa esa.
¡Oh quien pudiera como en un documental amarse hasta la muerte!

Y un vaso más,
uno grande,
dame Ale vino blanco
con hielo que trajiste para mí
los amigos y tu hermana
con piernas de mochilera Alejandra
piernas de cibernauta Alejandra
piernas de ama de casa Alejandra
piernas de consecuencias lógicas que ahora se abren a la lluvia
tu par de piernas de inventora en medio de gobiernos en crisis
tus piernas de mujer que vibra cada mes en pole position
piernas de fotos digitales
piernas de gangas de colores
piernas anchas de ilusiones Alejandra
tu par de piernas prudentes
tu par de piernas de infinito en la entrada a tu pubis
piernas ráfaga Alejandra
maravillosas piernas hípicas de un juego de polo
tu par de piernas de apetitos de fiesta
tu par de piernas alimentarias Alejandra
tus piernas de rumbo Alejandra
tu par de piernas cabales
tu par de piernas que dan pelea laboral de 10 a 19
piernas espeluznantes que todo lo crean
tus piernas recluidas en un cuerpo curioso
como tus manos extendidas que batallan reflexivas y ardientes
como dos autos intelectuales en la tibia espesura de tu pelo tirante.

Manos crudas por abrir la mano una vez más.
Piernas salvajes. Piernas de altamar.
Piernas como túneles reflectores que todo lo iluminan.
Es que todo me resulta razonable cuando viene de tus piernas
si te he sentido mía
–universalmente mía–
suave dulce y buena y preciosa.
Preciosa e iluminada.
Preciosa e infinita.
Con tus piernas de puerto y aduana.
Con tus piernas de zapatillas Converse All Stars.

Pero otro más Ale,
dame otro vaso te pedí por favor
y eso escribo.
Quiero ese vaso conmigo
en esta tarde de domingo
con tus piernas blancas de imaginación
cual piernas rojas de intimidad.
¡Venga conmigo ya ese vaso repleto
con tus indecibles piernas de trabajo del tiempo!

Quiero vivir con tus piernas señalándome los caminos.
Y con tus piernas por qué no de deseo
de lo que pueda pasar entre nosotros
cuando te vea de nuevo
la próxima vez
puesto que voy a conseguir tu teléfono Alejandra.

1 comentario:

Xergito dijo...

esta poesia es increíbe, un metejonazo porteño descripto impecablemente.. te vi recitarlo en la flia y me encanto... brindo por eso!
saludos!!